miércoles, 30 de julio de 2008

El verdadero Rabelais

RABELAIS Y LAS HAZAÑAS DE GARGANTA Y PANAGRUEL

Por Anatole France

El verdadero Rabelais

La tradición opera las más extrañas metamorfosis y logra imponer a los héroes que recuerda una vida póstuma distinta, y hasta opuesta muchas veces, a lo que fue realmente su vida mortal. Rabelais nos ofrece un ejemplo interesante. Se popularizó su inmerecida y mentirosa fama de intrépido bebedor. No deja de ser interesante, después de presentar al Rabelais verdadero, añadirle algunos rasgos atribuidos al Rabelais de la leyenda; para lo cual me limitó a elegir dos o tres embusteras fábulas que se encuentran en todas las viejas biografías de nuestro autor, y las referiré lo más rápidamente posible por una de las más fabulosas, relacionada con la última estancia de Francisco Rabelais en Montpellier.

Mientras allí progesaba la medicina, dice la leyenda, el canciller del Part publicó un decreto que abolía los privilegios de la Facultad de Montpellier. Los maestros recurrieron para defender sus cátedras y sus enseñanzas y solicitaron del tribunal la casación de la sentencia que los perjudicaba. Llegado a París, Rabelais se presentó en el hotel del canciller y, como no fue recibido, volvió a pasearse ante la puerta con una túnica verde y una larga barba gris postiza. A todos los que se detenían curiosos para contemplarle, si le interrogaban al fin les respondía que era desollador de vacas y que los aspirantes a ser los primeros desollados se aproximasen a decirlo. El canciller estaba en la mesa cuando le notificaron las extrañas razones de aquel hombre extravegante, y ordenó que le hicieran entrar. Entonces, Rabelais supo arengarle con tanta elocuencia, que el canciller le prometio restablecer y confirmar a su gusto los privilegios de la Universidad de Montpellier.

Me parece inútil insistir en la inverosimilitud de tal relato.

Se lee también en las antiguas vidas de nuestro autor, un rasgo que recuerda el episodio del médico de Sancho Panza en la ínsula Barataria:

Rabelais, médico de Guillermo del Bellay, al presenciar una comida de este señor, señaló con su varilla un plato que contenía un hermoso pescado, y lo declaró indigesto. Al oír su opinión los criados volvieron intacto a la cocina el pescado, que Francisco Rabelais fue luego a devorar; y cuando el señor del Bellay sorprendió a su médico muy ocupado en esa tarea y le preguntó por qué razón comía de lo que había declarado perjudicial para el estómago, Rabelais respondió: "No era el pescado lo que yo señalé con mi varilla designándolo como indigesto, era la fuente que lo contenía".

He aquí de qué modo procuraban nuestros progenitores presentar lo más rabelesiana posible la vida de Rabelais.

También hay que referir, aunque sea ínsipida y chocante, la famosa historiera que ha dado lugar a un dicho: "el cuarto de hora de Rabelais", ya que pasó al uso corriente.

De regreso de Roma, nuestro autor se hallaba en una posada de Lyon desprovisto de ropa y sin dinero para pagar el hospedaje y regresar a París donde le reclamaban asuntos urgentes. En esa conjeturas cogió ceniza de la chimenea, la encerro en saquitos sobre los cuales puso los siguientes letreros: "Veneno para el rey"; "Veneno para la reina"; "Veneno para el duque de Orléans". Después dejó los saquitos en un lugar aparente por lo cual no tardó en descubrirlo la posadera y, espantada, fue a encontrar al jefe de policía, quien mandó inmediatamente a París al hombre de los saquitos el cual, llevado ante el rey, le hizo reír mucho con el relato de su industria.

Resulta exttraño que semejante cuento se considerase creíble.

Por fin se dieron en otro tiempo como auténticas unas frases que Rabelais, moribundo, había dicho a un paje enviado por el cardenal para enterarse de la salud del enfermo. "Di a monseñor el estado en que me ves. Voy en busca de un acaso famoso. Esta en el nido de la urraca. Dile que se conserve; y ahora corred la cortina, porque la comedia ha terminado". Esto es mucho más literario que lo anterior y en parte imitación de Suetonio. Pero también es completamente falso.

La popularidad de Rabelais se funda sólo en las tres o cuatro historietas que acabo de referir. Nunca sus escritos penetraron en las muchedumbres, y aunque apenas sea creíble, no deja de ser absolutamente cierto; las estampas populares y la biblioteca azul que extendieron por la campiña de Francia el retrato y vida de Gargantúa, no presentan ningún rasgo propio de nuestro autor; se inspiran en narraciones populares anteriores a Rabelais, y ni Panurgo ni el hermano Juan figuran en ellas. Por más que se haya dicho acerca de su popularidad, el Pantangruel es un libro escrito únicamente para letrados. El pantagruelismo es una filosofía solo accesible a un grupo de espíritus selectos; es casi una doctrina esotérica, oculta, secreta. En el siglo XVI, entre esos raros ingenios descollaba el cardena Du Perron que llamó al Pantagruel libro por excelencia, verdadera Biblia, y mandada a comer en la seguna mesa, con la servidumbre, a los invitados que declaraban no haberlo leído.

1 comentario:

Gastronomicae dijo...

Tengo la extraña costumbre de bajarme de internet todo lo que trate de cocina o gastronomia, guardarlo en el disco duro y conforme voy teniendo tiempo leerlo. Pués anoche estube leyendo lo que os he dejado. Espero que os guste.

Anatole France es el seudónimo de Jacques Anatole François Thibault, notable y hoy notoriamente olvidado escritor francés. Fue premio nobel en 1921. Nació el 16 de abril de 1844, en París. Si bien cursó estudios formales, su formación fue esencialmente autodidacta. Como otros espíritus consagrados a las letras, siempre se distinguió por sus lecturas insaciables.
Sus principales obras son: El crimen de Silvestre Bonnard (novela, 1881); La vida literaria (ensayo, 1888); las novelas Thais, cortesana de Alejandría (1890) y El Lirio rojo (1894); la tetralogía de novelas Historia contemporánea (1897-1901), una evaluación de los nefastos efectos del caso Dreyfus en la sociedad francesa; y sus fundamentales novelas alegóricas La isla de los pingüinos (1880); La revolución de los ángeles (1914), y el relato sobre el Terror en la Revolución Francesa: Los dioses tienen sed (1912).
En sus obras finales defendió causas humanistas; bregó por los derechos civiles, la educación popular y los derechos de los trabajadores. Fustigó también los ácidos corruptos destilados por la práctica política y económica. Murió en Tours el 13 de octubre de 1924.
En 1909, Anatole France visitó la Argentina. En la ciudad de Buenos Aires, dictó una serie de conferencias sobre la obra de Rabelais, Gargantúa y Pantagruel. El resultado de estas exposiciones públicas es una obra hoy totalmente olvidada, editada en 1933 en lengua castellana, en Madrid, bajo el título "Rabelais y chuscas hazañas de Pantagruel" por la Sociedad General Española de Librería.
Aquí, Anatole France se concentra en la imaginería de Rabelais. El célebre escritor francés se inspiró en el modelo de Historia Verdadera, un conjunto de relatos fantásticos de Luciano. Gargantúa y Pantagruel, dos vivaces y groseros gigantes, representarían la voracidad renacentista por el conocimiento, su apertura a la diversidad de las experiencias, saberes u oficios. La significación del universo rabelesiano ha impelido la famosa investigación de Mijail Bajtin, La cultura popular en la edad media y el renacimiento (ed. Alianza). Aquí el famoso crítico ruso destaca el trasfondo de acervo folklórico, raíces paganas y rurales de la cosmovisión animada por los gigantescos personajes de Rabelais. En su aparente entrega a lo grosero y circense de los dos gigantes late una revaloración de la dimensión instintiva, sexual y corporal.
Es también destacable el aporte del gran especialista en la cultura celta, el investigador bretón Jean Markale, en su obra Los druidas (Madrid, ed. Taurus), según la cual Gargantúa y Pantagruel son viejas trasformaciones del dios céltico fundamentel Dagda en quien la sed de conocimiento y la glotonería y la avidez por el placer sexual conviven armoniosamente.
En este nuevo momento de Textos olvidados de Temakel hemos elegido dos momentos del conjunto de las conferencias del autor de La isla de los pingüinos pronunciadas en uno de los corazones culturales de América del sur. La lectura de estas olvidadas consideraciones de France sobre Rabelais aspiramos a que sean también un estímulo para la lectura de la obra del genial autor. Primero incluimos las consideraciones de France sobre el "verdadero Rabelais", el genuino periplo creador de este escritor del Renacimiento; luego, la recreación del último viaje de Pantagruel en pos del oráculo de la Divina Botella. Tras el humor y el halo fantástico de los viajes del gigante, se oculta la metáfora de la larga y dificil travesía hacia la revelación del conocimiento.